viernes, 17 de diciembre de 2021

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L Aniversario del Doctorado de Santa Teresa de Jesús

 

Leer a San Juan de la Cruz

 

 

ANE

 Adoración Nocturna Española 

La Lámpara del Santuario

 Zona Duero      de la Adoración Nocturna  


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lunes, 14 de junio de 2021

TRISAGIO


           OFRECIMIENTO 

Rogámoste, Señor, por el estado de la Santa Iglesia y Prelados de ella; por la exaltación de la fe católica, extirpación de las herejías, paz y concordia entre los príncipes cristianos, conversión de todos los agonizantes y caminantes; por las benditas almas del purgatorio y demás piadosos fines de nuestra santa madre la Iglesia. Amén
     
Bendita sea la santa e individua Trinidad, ahora y siempre, y por todos los siglos de los siglos. Amén.
+Abrid, Señor, mis labios.
-Y mi voz pronunciará vuestras alabanzas.
+Dios mío, en mi favor, benigno entiende.
-Señor, a mi socorro, presto atiende
Gloria sea al Padre
Gloria al eterno Hijo
Gloria al Espíritu Santo.
           En tiempo de cuaresma se dice:
Alabanza sea dada a ti, Señor, rey de la eterna   gloria.
     
        ACTO DE CONTRICIÓN
  
Amorosísimo Dios, Trino y Uno, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en quien creo, en quien espero, a quien amo con todo mi corazón, cuerpo y alma, potencias y sentidos, por ser Vos mi Padre, mi Señor y mi Dios, infinitamente bueno y digno de ser amado sobre todas las cosas: me pesa, Trinidad Santísima; me pesa, Trinidad misericordiosísima; me pesa, Trinidad amabilísima, de haberos ofendido, sólo por ser quien sois; propongo y os doy palabra de nunca más ofenderos y de morir antes que pecar; espero en vuestra suma bondad y misericordia infinita, que me habéis de perdonar todos mis pecados y me daréis gracia para perseverar en un verdadero amor y cordialísima devoción de vuestra siempre amabilísima Trinidad. Amén.
       
H I M N O
Ya se aparta el sol ardiente, 
Y así, ¡oh luz perenne!, unida, 
Infunde un amor constante  
A nuestras almas rendidas
En la aurora te alabamos,      
y también al mediodía,  
suspirando por gozar      
en el cielo de tu vista.
Al Padre, al Hijo y a Ti, 
Espíritu que das vida,
ahora y siempre se den    
alabanzas infinitas. Amén.  
  
      ORACIÓN AL PADRE
  
¡OH Padre Eterno!: fuera de vuestra posesión yo no veo otra cosa que tristeza y tormento, por más que digan los amadores de la vanidad. ¿Qué me importa que diga el sensual que su dicha es el gozar de sus placeres? ¿Qué me importa que también diga el ambicioso que su mayor contento es el gozar de su gloria vana? Yo, por mi parte, no cesaré jamás de repetir, con vuestros Profetas y Apóstoles, que mi suma felicidad, mi tesoro y mi gloria es el unirme a mi Dios y mantenerme inviolablemente junto a Él.
Un Padrenuestro, Avemaría y nueve veces:

Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de vuestra gloria.         

Y el coro responde:

Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.

      ORACIÓN AL HIJO 
  
¡Oh Verdad eterna!, fuera de la cual yo no veo otra cosa que engaños y mentiras: ¡Oh, cómo todo me parece desabrido a vista de vuestros suaves atractivos! ¡Oh, cómo me parecen mentirosos y falaces los discursos de los hombres, en comparación de las palabras de vida con las cuales Vos habláis al corazón de aquellos que os escuchan! ¡Ah! ¿Cuándo será la hora en que Vos me trataréis sin enigma y me hablaréis claramente en el seno de vuestra gloria? ¡Oh, qué trato! ¡Qué belleza! ¡Qué luz!...
Un Padrenuestro, Avemaría y nueve veces:

Santo, Santo, Santo, etc. 

      ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Oh Amor! ¡Oh Don del Altísimo, centro de las dulzuras y de la felicidad del mismo Dios! ¡Qué atractivo para un alma el verse en el abismo de vuestra bondad y toda llena de vuestras inefables consolaciones! ¡Ah placeres engañadores! ¿Cómo habéis de poder compararos con la mínima de las dulzuras que un Dios, cuando le aparece, sabe derramar en un alma fiel? ¡Oh!, si una sola partícula de ellas es tan gustosa, ¿cuánto más será cuando Vos la derraméis como un torrente sin medida y sin reserva? ¿Cuándo será esto, ¡Oh mi Dios!, cuándo será?
Un Padrenuestro, Avemaría y nueve veces.
Santo, Santo, Santo, etc 
           ANTÍFONA 
A Ti, Dios Padre ingénito; a Ti, Hijo unigénito; a Ti, Espíritu Santo paráclito, santa e individua Trinidad, de todo corazón te confesamos, alabamos y bendecimos. A Ti se dé gloria por los siglos de los siglos, Amén.
V/. Bendigamos al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.  
R/. Alabémosle y ensalcémosle en todos los siglos. 
   
        ORACIÓN 
  
Señor Dios, Uno y Trino: dadnos continuamente vuestra gracia, vuestra caridad y la comunicación de Vos, para que en tiempo y eternidad os amemos y glorifiquemos. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, en una deidad por todos los siglos de los siglos. Amén.  
     
DEPRECACIÓN DEVOTA A LA SANTÍSIMA TRINIDAD
  
V/. Padre Eterno, omnipotente Dios:
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Verbo divino, inmenso Dios.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Espíritu Santo, infinito Dios, Santísima Trinidad y un solo Dios verdadero.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Rey de los cielos, inmortal e invisible.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Criador, conservador y gobernador de todo lo criado.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Vida nuestra, en quien, de quien y por quien vivimos.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Vida divina y una en tres personas.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Cielo divino de celsitud majestuosa.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Cielo supremo del Cielo, oculto a los hombres.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Sol divino e increado.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Círculo perfectísimo de capacidad infinita.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Manjar divino de los Ángeles.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Hermoso iris, arco de clemencia.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. Luz primera y triduana, que al mundo ilustras.
R/. Toda criatura te ame y glorifique.
V/. De todo mal de alma y cuerpo.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De todos los pecados y ocasión de culpa.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De vuestra ira y enojo.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De repentina y de improvisa muerte.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De las asechanzas y cercanías del demonio.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Del espíritu de deshonestidad y de sugestión.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De la concupiscencia de la carne.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De toda ira, odio y mala voluntad.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De plagas de peste, hambre, guerra y terremoto.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De tempestades en el mar o en la tierra,
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De los enemigos de la fe católica.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De nuestros enemigos y sus maquinaciones.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. De la muerte eterna,
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Por vuestra unidad en Trinidad y Trinidad en unidad.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Por la igualdad esencial de vuestras Personas.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Por la alteza del misterio de vuestra Trinidad.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Por el inefable nombre de vuestra Trinidad.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Por lo portentoso de vuestro nombre, Uno y Trino.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Por lo mucho que os agradan las almas que son devotas de vuestra Santísima Trinidad.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Por el gran amor con que libráis de males a los pueblos donde hay algún devoto de vuestra Trinidad amable.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Por la virtud divina que en los devotos de vuestra Trinidad Santísima reconocen los demonios contra sí.
R/. Líbranos, Trino Señor.
V/. Nosotros pecadores.
R/. Te rogamos, óyenos.
V/. Que acertemos a resistir al demonio con las armas de la devoción a vuestra Trinidad.
R/. Te rogamos, óyenos.
V/. Que hermoseéis cada día más con los coloridos de vuestra gracia vuestra imagen, que está en nuestras almas.
R/. Te rogamos, óyenos.
V/. Que todos los fieles se esmeren en ser muy devotos de vuestra Santísima Trinidad.
R/. Te rogamos, óyenos.
V/. Que todos consigamos las muchas felicidades que están vinculadas para los devotos de esa vuestra Trinidad inefable.
R/. Te rogamos, óyenos.
V/. Que al confesar nosotros el misterio de vuestra Trinidad se destruyan los errores de los infieles.
R/. Te rogamos, óyenos.
V/. Que todas las almas del purgatorio gocen mucho refrigerio en virtud del misterio de vuestra Trinidad.
      R/. Te rogamos, óyenos.

Santo Dios, Santo fuerte, Santo inmortal, líbranos, Señor, de todo mal. 
(Esto último se repite tres veces.)

viernes, 14 de mayo de 2021

Oración de Reparación


 

            Oración de Reparación

-En las cuentas del rosario, en vez del Padre Nuestro:

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo Te adoro profundamente y Te ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con que Él es ofendido. Y por los méritos infinitos de Su Sagrado Corazón y del Corazón Inmaculado de María Te pido la conversión de los pobres pecadores.

-En vez del Ave María (diez veces):

V/ 
Dios mío yo creo, adoro, espero y Te amo.  
R/ Y Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no Te aman.

-Al final de las cuentas del rosario, rezar 3 veces:

V/
Oh, Santísima Trinidad, yo Te adoro.   

R/ Dios mío, Dios mío, yo Te adoro en el Santísimo Sacramento.

Oraciones de la mañana

Ofrecimiento diario por la humanidad

Dios, Padre nuestro, yo te ofrezco toda mi jornada, mis oraciones, pensamientos, afectos y deseos, palabras, obras, alegrías y sufrimientos, en unión de tu Hijo Jesucristo, que sigue ofreciéndose a Ti en la Eucaristía, por la salvación del mundo.
Que el Espíritu Santo que guió a Jesús, sea mi guía y mi fuerza en este día, para que pueda ser testigo de tu amor.
Con María, la Madre del Señor y de la Iglesia, te pido especialmente, por las intenciones del Papa y de nuestros Obispos para este mes.

(Padrenuestro, Avemaría y Gloria)

                      Madre de la Salud

María, Madre del Salvador, llena de gracia y de disponibilidad, mujer creyente y sensible a nuestros sufrimientos.
Te invocamos como Madre de Salud y modelo de servicio.
Ayúdanos a ser; presencia que acoge, escucha y acompaña, palabra y silencio compartidos, vehículo de ternura y esperanza, signos de vida en la enfermedad, amor que cuida, cura y reconforta. Amén.

                 Novena de confianza

¡Oh María, Madre mía!
En tus manos pongo esta intención…
Bendícela y después preséntasela a Jesús.
Haz valer Tu amor de Madre y Tu poder de Reina.
¡Oh María, cuento con Tu ayuda!
¡Confío en Tu poder, estoy seguro de Tu misericordia!
¡Madre de Dios y madre nuestra, ruega por nosotros!

(Intención, Padrenuestro, Avemaría y Gloria) 

       Oración a María Santísima para pedir alguna gracia al Espíritu Santo

¡Oh María, hija humildísima del Padre, Madre Purísima del Hijo, ¡esposa amadísima del Espíritu Santo!  Yo te amo y te ofrezco todo mi ser para que lo bendigas, Madre admirable, Consuelo del que llora, Abogada dulcísima de los pecadores, ten piedad de todos aquellos a quienes amo; y por tu Inmaculado Corazón, Sagrario de la Santísima Trinidad, Asiento de tu poder, Trono de Sabiduría y Piélago de bondad, alcánzanos que el Espíritu Santo forme en nuestro corazón un nido en que repose para siempre.
Alcánzame lo que con todo el fervor de mi alma te pido, por los merecimientos de Jesús y los tuyos, si es para gloria de la Trinidad Santísima y bien de mi alma. ¡Virgen Santa, esposa del Espíritu Santo, acuérdate de que eres mi Madre! Amén.

(Tres Avemarías)

           Oración al Espíritu Santo

¡Oh Espíritu Santo!, alma de mi alma, te adoro; ilumíname, guíame, fortifícame, consuélame, dime qué debo hacer, ordéname.
Concédeme someterme a todo lo que quieras de mí, y aceptar todo lo que permitas que me suceda. Hazme solamente conocer y cumplir tu voluntad.

          Consagración al Espíritu Santo

Recibid ¡oh Espíritu Santo!, la consagración perfecta y absoluta de todo mi ser, que os hago en este día para que os dignéis ser en adelante, en cada uno de los instantes de mi vida, en cada una de mis acciones, mi Director, mi Luz, mi Guía, mi Fuerza y todo el amor de mi Corazón.
Yo me abandono sin reservas a vuestras divinas operaciones, y quiero ser siempre dócil a vuestras santas inspiraciones.
¡Oh Santo Espíritu! Dignaos formarme con María y en María, según el modelo de vuestro amado Jesús.
Gloria al Padre Creador, Gloria al Hijo Redentor, Gloria al Espíritu Santificador. Amén.

(Padrenuestro, Avemaría y Gloria por el Papa)

Hora Santa Reparadora

 

  HORA SANTA REPARADORA 

PREPARACIÓN

   En adoración profunda pongámonos en la presencia de Dios. Pidamos luz y fuego de amor al Espíritu Santo para que consuma nuestro corazón y le purifique de todo pecado o afecto desordenado, a la Santísima Virgen para que sea nuestra Madre y Maestra, enseñándonos a amar a su Jesús, con aquel purísimo amor suyo.
   Que la gracia divina venga a nuestras pobres almas para poder glorificaros en esta Hora Santa que os ofrecemos con intención de reparar, desagraviar y haceros compañía por los abandonos, ultrajes e ingratitudes recibidas de todas las criaturas de la tierra.

 HORA SANTA

Después de esta breve preparación, vayamos en espíritu al huerto de Getsemaní; entremos en silencio almas reparadoras, sobrecogido nuestro corazón por el temor y anhelo de reparación, vayamos captando la voz angustiada y doliente de Jesús que se debate en la más espantosa de las agonías. Soledad inmensa, abandono hasta del Padre Celestial. Su Humanidad abatida en el suelo. ¿Será posible que un Dios haya llegado hasta esto?  Y, ello por todos los pecados de la humanidad, por los nuestros en particular.
Contemplemos cómo su dolor llega a la máxima intensidad, más que por la proximidad de su pasión, por tantas ingratitudes y faltas de correspondencia. Piensa que su pasión será infructuosa para muchas almas; agudo dolor le estremece. Sus dolores se vuelven agonía torturante. Corre junto a sus discípulos predilectos y les encuentra dormidos. ¡Sus mejores, sus más íntimos amigos no pueden velar una hora con el Maestro! Llama a su Padre pidiéndole pase el cáliz y sólo encuentra soledad y abandono. ¿Acaso también los cielos se cerraron?  Mas no, un Ángel baja a confortarle en su desfallecimiento. Copioso sudor de sangre le envuelve en tanta abundancia, que se vierte sobre la tierra. ¡Padre mío! “sí es posible pase de mí este cáliz, pero no se cumpla mi voluntad sino la tuya”.
 ¡Qué lección más sublime la que Jesús nos enseña en Getsemaní para que hagamos nuestra oración de cada día con este espíritu! Sí, pidamos en el dolor y en el sufrimiento que aparte de nosotros el cáliz, pero a la vez sepamos decir y aceptar con generosidad que se cumpla la voluntad divina.
Sigamos recogiendo en lo íntimo de nuestras almas las palabras de Jesús que agoniza en aquella terrible noche: “Escuchadme, almas reparadoras; soy Yo, vuestro Jesús, pero destrozado, agonizando en cruel tormento, abandonado de todos, hambriento con hambre de la gloria de mi Padre; sediento con sed de todas las almas, destrozado en todo mi cuerpo por el más espantoso de todos los suplicios. ¿No os mueve a compasión el estado en que me hallo?  ¿No queréis abrirme las puertas de vuestro corazón, para que al menos en él encuentre reposo y consuelo?  ¡Si pudieras comprender mi gran amor a todas las almas! Y, como las busca mi misericordia no dudareis ni un instante en dármelo todo, y no solo esto, sino que vuestro vivir sería una fiel reproducción de mi vida, mis dolores serían los vuestros sintiendo en la propia carne las ingratitudes y pecados que a Mí se me hacen.
¡Anhelo!, necesito almas reparadoras a través de todos los siglos, y en todos los rincones de la tierra; son los pararrayos de la justicia divina; las oraciones y lágrimas de estas almas son de un poder infinito ante el Padre, pues van unidas a mis intenciones.
No temáis, pequeña grey, para haceros a semejanza mía habéis de abrazaros a la Cruz del dolor, de las persecuciones, de la calumnia, de la pobreza. Mi gracia no os faltará. Sin Mí nada podéis hacer: “Conmigo lo podéis todo”, pero me gustan las almas desprendidas.
Instituí la Eucaristía; sufrí la agonía de Getsemaní; la traición de Judas; la negación de Pedro, el inicuo proceso; verme pospuesto a Barrabás; la flagelación y coronación de espinas, las burlas y escarnios; la calle de la Amargura; el dolor de mi Madre, ese Corazón purísimo traspasado y amargado con todas las amarguras de la tierra.
La Crucifixión; mi muerte afrentosa, y por último la lanzada del soldado Longinos abriendo mi Costado para dejar paso a las torrenteras de mis gracias, de mis misericordias, de mi amor.
El amor inmenso de un Dios decretó mi Encarnación y con pasmo de Cielo y tierra quise bajar a ella; tomé naturaleza humana en el seno purísimo de una Virgen; nací en pobre establo viniendo a buscar a los hombres de buena voluntad que siempre me encontrarían, revistiéndome de su carne, de su corazón, de sus sentimientos. Estuve sujeto a frío, privaciones, a trabajos. A pesar de ser Dios obedecí a mis padres y les estuve sujeto hasta mi muerte. ¿Adivináis por qué hice esto? Por amor. Mi gran amor a las almas.
Pude consumar la Redención sin verter ni una gota de mi sangre, tan sólo con mi poder bastaba para salvar a todas las almas. Pero necesitaba haceros comprender cómo ama Dios a sus criaturas y hasta qué punto me llevó este amor.
 Desde el momento en que fue consumado el Sacrificio del Calvario quedó la Humanidad redimida con mi propia sangre; al pie de la cruz se consumó y rubricó con mi Madre. Ella me arranca todas las gracias y favores, es la mediadora de todas las gracias, intercesora, y, todos los que en sus necesidades recurran a ella con fe y confianza, alcanzarán cuanto pidan por difícil e imposible que parezca.
 En las sombras de la noche se suceden los más horrendos crímenes; pecados de apostasía, desenfreno de todas las pasiones; el poder de las tinieblas como un día en Getsemaní, vuelve a la hora actual con más intensidad y virulencia que nunca. La gente quiere divertirse, no escatima medio para hacerlo saltando por encima de las leyes morales y divinas…
 ¡Pobre humanidad corrompida y anegada por todos los pecados capitales!
¿Y qué puedo decir de tantos sacrilegios, profanaciones, y lo que es más terrible, apostasías de los míos, de aquellos a quienes ungí con órdenes sagradas a través de Pedro?
¿Acaso todo esto no es bastante para renovar de continuo la agonía de Getsemaní, el Pretorio, ¿la flagelación o clavarme en la Cruz desgarrando mis miembros y abriendo mis llagas de nuevo?
Y a este grito desgarrador mío de ¡Tengo sed!, sed abrasadora de los míos; puse mis delicias en estar con los hijos de los hombres y me dejan solo, en el más cruel de los abandonos; niegan mi presencia en el Sagrario, pierden la fe porque han dejado de orar, no hay tiempo para la oración, para hablar conmigo, para escuchar mi voz ni recoger mis quejas. Los hombres no se entienden entre sí con tanto ruido como hacen, ruido ensordecedor de canciones, músicas, salas de fiesta, técnica y ciencia moderna, muchos programas, muchas ideologías falsas. ¡Siempre la soberbia causa de todas las ruinas de la Humanidad en todos los tiempos!
Almas reparadoras, vuestra misión en la tierra es amar, amarme con todas vuestras fuerzas, sin descanso, y amar a todos los hombres por Mí, ésta es vuestra misión, vuestro fin.
Os contemplo aquí, muy cerca de mi Corazón y del de mi Bendita Madre; en el silencio de la noche, unificados unos con otros para traerme el consuelo de vuestro amor, reparación, penitencia, generosidad para calmar la sed inmensa que me consume para ser conocido y amado de todos.
Si tengo sed de amor de sacrificio, de amor oculto entre la humanidad y el silencio de las pequeñas cosas de cada día aceptadas con amor y espíritu de fe; de amor puro y limpio que se da por entero, muriendo a los placeres de los sentidos para vivir del espíritu. Así apagaréis la sed de un Dios que dejó los cielos para ir en busca de los pecadores.
El amor implica dolor y sacrificio, no tengáis temor, mi gracia no os faltará, con ella lo conseguiréis todo. Pídeme mucho, no vaciléis en pedirme para las almas confiadas y generosas hay abundantes gracias, mis manos siempre están llenas de ellas para dejarlas caer. Rogad mucho por los pecadores, por mis sacerdotes, almas consagradas, por este caos y confusionismo, por esta ola de materialismo y soberbia que lo invade todo.
¡Basta de pecados! La justicia Divina está colmada, pero a pesar de todo mi amor sigue llamando, invitándoles incesantemente, ya con guerras sangrientas, con terremotos, hambre, epidemias, …
Mi corazón arde en misericordia más que en justicia, pero la iniquidad de los hombres es tan grande que desprecian mi Misericordia y se ríen de mi cielo. ¡Ay de ellos que no quieren oír mi voz y cumplir mis mandamientos! Quizás está muy próximo el día terrible en que los hombres queden paralizados de espanto.
Orar, orar y perseverar en ella, unidos a mis intenciones y a las de los Santos y justos de la tierra por las manos, de mi Madre para hacer violencia al Padre
Antes de separarnos os ruego hagáis un propósito. Cada jueves por la noche buscad mi compañía en Getsemaní, estad un rato desde el lugar que os encontréis en espíritu y oración. Por último, propagad esta devoción de la Hora Santa Reparadora para que crezca y se extienda cada vez más.
En un íntimo coloquio con la Madre de Dios y nuestra, terminamos esta Hora Santa escondido en el Santuario de nuestro corazón las quejas y frases de Jesús hasta hacerlas sustancia propia.

      ORACIÓN

De Santa Teresa del Niño Jesús a la Santa Faz

¡Oh Jesús!, que en vuestra cruel Pasión habéis sido el oprobio de los hombres y varón de dolores, venero vuestro Rostro Divino, en el cual brilla la hermosura y la suavidad de la divinidad y que por mí se ha convertido como el rostro de un leproso. Pero bajo estos rasgos desfigurados reconozco vuestro amor infinito y ardo en el deseo de amaros y hacer que todos los hombres os amen.
Las lágrimas que fluyeron tan abundantemente de vuestros ojos, me parecen perlas preciosas que recojo a fin de comprar con su valor infinito las almas de los pobres pecadores.
¡Oh Jesús!, vuestro rostro es la única belleza que encanta a mi corazón; yo os suplico que me imprimáis vuestra imagen en mi corazón y me inflaméis de vuestro amor para que me consuma rápidamente, y pronto pueda ver vuestra gloriosa Faz en el cielo. 

Amén.

martes, 15 de diciembre de 2020

Ven Santo Espíritu Veni Creator


Ven Santo Espíritu

 

Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas,
infunde calor de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

Amén.

Veni Creator

 

Ven, Espíritu Creador,
visita las almas de tus fieles
llena con tu divina gracia,
los corazones que creaste.

Tú, a quien llamamos Paráclito,
don de Dios Altísimo,
fuente viva, fuego,
caridad y espiritual unción.

Tú derramas sobre nosotros los siete dones;
Tú, dedo de la diestra del Padre; 
Tú, fiel promesa del Padre;
que inspiras nuestras palabras.

Ilumina nuestros sentidos;
infunde tu amor en nuestros corazones;
y, con tu perpetuo auxilio,
fortalece la debilidad de nuestro cuerpo.

Aleja de nosotros al enemigo,
danos pronto la paz,
sé nuestro director y nuestro guía,
para que evitemos todo mal.

Por ti conozcamos al Padre,
al Hijo revélanos también;
Creamos en ti, su Espíritu,
por los siglos de los siglos

Gloria a Dios Padre,
y al Hijo que resucitó,
y al Espíritu Consolador,
por los siglos de los siglos.

Amén.

 

Veni, Sancte Spíritus

Audio   

Veni, Sancte Spiritus
Veni, nostri cordium
Et emitte caelitus
Lucis tuae radium

Veni, pater pauperum
Veni, dator munerum
Veni, lumen cordium

Consolator optime
Dulcis hospes animae
Dulce refrigerium

In labore requies
In aestu temperies
In fletu solatium

O lux beatissima
Reple cordis intima
Tuorum fidelium

Sine tuo numine
Nihil est in homine
Nihil est innoxium

Lava quod est sordidum
Riga quod est aridum
Sana quod est saucium

Flecte quod est rigidum
Fove quod est frigidum
Rege quod est devium

Da tuis fidelibus
In te confidentibus
Sacrum septenarium

Da virtutis meritum
Da salutis exitum
Da perenne gaudium


Amén

 

Veni Creator Spiritus

Audio    

Veni Creator Spiritus
Mentes tuorum visita
Imple superna gratia
Quae tu creasti, pectora

Qui diceris Paraclitus
Donum Dei altissimi
Fons vivus, ignis, caritas
Et spiritalis unctio

Tu septiformis munere
Dexterae Dei tu digitus
Tu rite promissum Patris
Sermóne ditans guttura

Accende lumen sensibus
Infunde amórem córdibus
Infirma nostri corporis
Virtute firmans perpeti

Hostem repéllas longius
Pacemque dones protinus
Ductore sic te praevio
Vitemus omne noxium

Per te sciámus da Patrem
Noscamus atque Filium
Teque utriúsque Spiritum
Credamus omni tempore

Amén

           


SALVE REGINA

 

Salve, Regina, Mater misericordiae,

vita dulcedo, et spes nostra, salve.

Ad te clamamus, exsules filii Hevae,

ad te suspiramus, gementes et flentes,

in hac lacrimarum valle.

Eia, ergo, advocata nostra,

illos tuos misericordes oculos ad nos converte;

et Iesum, benedictum fructum ventris tui,

nobis post hoc exilium ostende.

O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.

Amen.


REGINA COELI

 

Reina del cielo, alégrate, aleluya, 

Porque el Señor, a quien mereciste llevar, aleluya, 

Ha resucitado, según su palabra, aleluya.

Ruega a Dios por nosotros, aleluya. 


 Gózate y alégrate, Virgen María, aleluya. 

 Porque resucitó verdaderamente el Señor, aleluya.

  
 Oración 

 ¡Oh Dios, que por la resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, te has dignado alegrar  al mundo! Concédenos, te rogamos, que por la  intercesión de su Madre, la Virgen María, alcancemos los gozos de la vida eterna. 
Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. 

Amén

 

Regína coeli laetáre,allelúia:

Quia quem meruísti portáre, allelúia:

Resurréxit, sicut díxit, allelúia:

Ora pro nóbis Déum, allelúia:


Gaude et laetáre, Virgo María. Allelúia.

R. Quia surréxit Dóminus vere. Allelúia.

 

Orémus:

Deus, qui per resurrectiónem Fílii tui Dómini nostri Jesu Christi mundum laetificáre dignátus es: praesta quaésumus ut per eius Genitrícem Vírginem Maríam perpétuae capiámus gáudia vitae. Per eúmdem Christum Dóminum nostrum.

R. Amen.




lunes, 14 de diciembre de 2020

Apostolado de la Oración


  2025       

Junio:

Para crecer en la compasión en el mundo.

Oremos para que cada uno de nosotros encuentre consolación en la relación personal con Jesús y aprenda de su Corazón la compasión por el mundo.

C.E.E. Por el Papa, obispo de Roma y sucesor de Pedro, y por los pastores de las iglesias particulares, para que guíen y confirmen en la fe al Pueblo de Dios que se les ha encomendado.

Julio:

Por la formación para el discernimiento.

Oremos para que aprendamos cada vez más a discernir, saber elegir caminos de vida y rechazar todo lo que nos aleje de Cristo y del Evangelio.

C.E.E. Por los migrantes y todos aquellos que sufren la precariedad económica, para que encuentren con la ayuda de Dios y la solidaridad de todos, un camino de esperanza.

Agosto:

Por la convivencia común.

 Oremos para que las sociedades en que la convivencia parece más difícil no sucumban a la tentación del enfrentamiento por motivos étnicos, políticos, religiosos o ideológicos.

C.E.E. Por los cristianos, para que, con el testimonio de su vida y con su palabra, se conviertan en constructores de un mundo más humano y fraterno.

Septiembre:

Por nuestra relación con toda la creación.

Oremos para que, inspirados por San Francisco, experimentemos nuestra interdependencia con todas las criaturas, amadas por Dios y dignas de amor y respeto.

C.E.E. Por los sacerdotes, consagrados y laicos, que reemprenden las tareas pastorales al comienzo del nuevo curso, para que lo hagan con entrega renovada y espíritu apostólico.

Octubre:

Por la colaboración entre las distintas tradiciones religiosas.

Oremos para que creyentes de distintas tradiciones religiosas trabajemos juntos para defender y promover la paz, la justicia y la fraternidad humana.

C.E.E. Por la Iglesia en España, para que siga viviendo la inquietud misionera y alentando a quienes entregan su vida a la difusión del Evangelio.

Noviembre:

Por la prevención del suicidio.

Oremos para que las personas que están combatiendo con pensamientos suicidas encuentren en su comunidad el apoyo, el cuidado y el amor que necesitan y se abran a la belleza de la vida.

C.E.E. Por todos los creyentes, para que descubran y valoren la importancia de pertenecer a la Iglesia diocesana y se sientan corresponsables de sus necesidades.

Diciembre:

Por los cristianos en contextos de conflicto.

Oremos para que los cristianos que viven en contextos de guerra o conflicto, especialmente en Medio Oriente, sean semillas de paz, reconciliación y esperanza.

C.E.E. Por la concordia entre los hombres de todas las naciones, para que la celebración del nacimiento del Hijo de Dios impulse a los fieles cristianos a trabajar por instaurar en el mundo la paz que Cristo trajo con su venida.   



Ángelus

Ángelus




El Ángel del Señor anunció a María,

Y concibió por obra del Espíritu Santo.


Ave María.

 

He aquí la esclava del Señor.

Hágase en mi según tu palabra.


Ave María.

 

Y el Verbo se hizo carne.

Y acampó entre nosotros.


Ave María.


Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,

Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén

 

Oración


Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia en nuestras almas para que los que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su Pasión y Cruz seamos llevados a la gloria de su Resurrección. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.

Amén.

   

Gloria...  Gloria... Gloria...










domingo, 29 de noviembre de 2020

GLORIOSOS (Miércoles y domingo)



1. La Resurrección del Señor.

     Al amanecer del domingo, María Magdalena y otras piadosas mujeres fueron al sepulcro; la piedra que cerraba la entrada había sido removida, y el cuerpo del Señor no estaba allí. Después fueron Juan y Pedro, que comprobaron lo que les habían dicho las mujeres. El mismo domingo, Jesús se apareció a las mujeres y a María Magdalena, a Simón Pedro, a los discípulos de Emaús, al conjunto de los apóstoles, etc. Las apariciones a personas en particular y a grupos incluso numerosos se sucedieron en Jerusalén y en Galilea, hasta la Ascensión del Señor.  



  2. La Ascensión del Señor.

     Después de su pasión y muerte, Jesús se presentó a los apóstoles que había elegido, dándoles muchas pruebas de que vivía, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca de lo referente al Reino de Dios. Les prometió que serían bautizados en el Espíritu Santo: «Recibiréis –les dijo– la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra». Y entre las muchas instrucciones que les fue dando, San Mateo recuerda que les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Por último, a los cuarenta días de su resurrección, el Señor Jesús llevó a sus discípulos fuera de Jerusalén, a la cima del Monte de los Olivos, cerca de Betania, y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos, fue elevado al cielo, una nube lo ocultó a sus ojos, y se sentó a la diestra de Dios.  



  3. La Venida del Espíritu Santo.

     Después de la Ascensión del Señor, cuantos le habían acompañado de Jerusalén al Monte de los Olivos regresaron a la Ciudad, y perseveraban constantes en la oración, en compañía de María, la madre de Jesús, aguardando el cumplimiento de la promesa del Resucitado: «Vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días... Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos...» Al llegar el día de la fiesta judía de Pentecostés, cincuenta días después de pascua, y de la Resurrección del Señor, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse.  



  4. La Asunción de Nuestra Señora a los Cielos.

     “Pondré enemistad entre ti y la mujer y entre tu linaje y el suyo”. Aparece así la Virgen Santa María asociada a Cristo Redentor en la lucha y en el triunfo sobre Satanás. Es el plan divino que la Providencia tenía preparado desde la eternidad para salvarnos. Este es el anuncio del primer libro de la Sagrada Escritura, y en el último volvemos a encontrar esta portentosa afirmación: “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas”. Es la Virgen Santísima, que entra en cuerpo y alma en el Cielo al terminar su vida entre nosotros.  



  5. La Coronación de la Santísima Virgen.

     “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida de sol, la luna por pedestal, coronada con doce estrellas”. Es la Virgen Santísima, que entra en cuerpo y alma en el Cielo al terminar su vida entre nosotros. Y llega para ser coronada como Reina del Universo, por ser Madre de Dios. “Prendado está el rey de tu belleza”.  



sábado, 28 de noviembre de 2020

GOZOSOS (Lunes y sábado)

 


1. La Encarnación del Hijo de Dios.

     El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. El ángel, entrando a su presencia, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel añadió: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?» El ángel le aclaró: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios». Y la informó de que su pariente Isabel había concebido un hijo en su vejez, porque, le recordó, «ninguna cosa es imposible para Dios». Entonces María dijo: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». El ángel, dejándola, se fue.


2. La Visitación de Nuestra Señora a Santa Isabel.

     Cuando el ángel anunció a María el misterio de la Encarnación, le dijo también que su pariente Isabel había concebido un hijo en su vejez, y ya estaba de seis meses aquella a quien llamaban estéril. Poco después, María se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá, Ain Karim, seis kilómetros al oeste de Jerusalén y a tres o cuatro días de viaje desde Nazaret.      


       Llegada a su destino, entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»

3. El Nacimiento del Hijo de Dios..

     Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo. Cada uno iba a su ciudad. José subió desde la ciudad de Nazaret, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta. Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.

 

 

 

 4. La Presentación de Jesús en el Templo..

     A los cuarenta días del nacimiento de Jesús de la Virgen María, cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en su Ley: Todo varón primogénito será consagrado al Señor, y para ofrecer en sacrificio un par de tórtolas o dos pichones, conforme a lo que se dice en la misma Ley para quienes, por su pobreza, no puedan pagar el precio de un cordero.

    Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel. El Espíritu Santo, que moraba en él, le había revelado que no conocería la muerte antes de haber visto al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo; y en el momento de entrar los padres con el niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel».

 

5. La Pérdida del Niño Jesús y su hallazgo en el templo..

     Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando Jesús cumplió los doce años, subieron todos a la fiesta, según la costumbre; al volverse, pasados aquellos días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Creyendo ellos que estaría en la caravana, hicieron un día de camino. Luego se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.

     Y sucedió que, al cabo de tres días, lo encontraron en el Templo, sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que lo oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando». Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.